Después de tres años viviendo aquí, haber prometido regalar un coucher de soleil me ha llevado a descubrir que Santa Cruz "no tiene". Hoy he paseado buscándola y he vuelto con las manos vacías y con la imagen del sol escondiéndose tras las moles de edificios.
Recorrí toda la avenida marítima, desde Almeida hasta el Auditorio, pensando lo bonito que sería ver éste último pasando del blanco inmaculado de los azulejos que lo revisten al reflejo naranja que podría darle esa puesta de sol.
Finalmente no ha podido ser, mi cita me ha dado plantón, me desilusioné un poco y decidí serle infiel. No era lo que iba buscando, pero sentarme a ver el mar durante largo rato también ha sido un buen disfrute.
Concluyendo... pour voir un beau coucher de soleil il faut tirer ma chaise un peu plus loin.